martes, 18 de marzo de 2008

Expertos e investigadores analizan al Marqués de la Romana y su tiempo

El año 1808 pasará a la Historia como el del levantamiento de los españoles contra el invasor francés, que se movía a las órdenes de Napoleón. Fue un tiempo no sólo convulso para nuestro país, ya que abarcó a una Europa abocada a la catástrofe por la ambición destructora de un hombre poderoso. Hubo naciones que presentaron una actitud bélica; otras se posicionaron en campos de neutralidad, aunque, a pesar de ello, se vieron obligados a abandonarlos, caso de Dinamarca. Pero estos terribles conflictos permiten, en medio de una cadena de desgracias, que surjan hombres que, por sus méritos, se inscriben entre los nombres de aquellos que dan gloria a su patria. Es el caso del capitán general Don Pedro Caro y Sureda, tercer Marqués de la Romana. Persona ilustrada, su adolescencia y juventud transcurrieron entre estudios en Francia, Salamanca y en el Seminario de Nobles de Madrid hasta su ingreso en la Marina Real. Como militar, también en tierra firme, culminaría la gesta, cuyo bicentenario se cumple este año.

El Marqués de la Romana, retratado por Vicente López

Es el caso que en 1806, dentro de los pactos entre España y Napoleón, existía una cláusula secreta según la cual el ejército español prestaría ayuda al Emperador. Para cumplirla, marcharon con rumbo a Dinamarca 14.000 soldados al mando de la Romana. No obstante, hay que señalar que no eran tropas al uso típico y tópico. Para empezar, don Pedro era un liberal ilustrado poseedor de una gran biblioteca. En ella, por ejemplo, libros aparte, había unos 8.000 documentos clasificados en 47 legajos que, según el anticuario Luis Crespi de Valldaura, eran «quizá la más amplia de documentos del inicio de la Guerra de la Independencia española». El hombre al que tanto le apasionaba la historia iba, también, a hacerla. Se sabe que por doquiera que pasó su pequeño ejército -hasta llegar a tierras danesas-, no actuó como una tropa de ocupación: los soldados estaban informados acerca de las costumbres de los distintos lugares por los que pasaban y las respetaban escrupulosamente. De su actitud en Dinamarca es prueba el recuerdo que dejaron y el hecho de que en el país nórdico, en mayo, cuatro exposiciones y un ciclo de conferencias lo evoquen y homenajeen.

Y es que cuando al Marqués de la Romana le llegaron noticias de los trágicos acontecimientos que las tropas napoleónicas provocaban en España, tomó una decisión. ¿Cómo iba a seguir al lado del mariscal Bernadotte? Pero un problema genera otro. ¿Cómo salir de Dinamarca si Bernadotte, sabedor de que los españoles no iban a permanecer impasibles ante las circunstancias, se había encargado de dispersarlos por diversas islas? Ahí es donde va a culminar la gesta del Marqués de la Romana, decidido a retornar a su patria en la que ya reinaba José I - el capitán general y sus tropas se negaron a prestarle juramento-, y donde sus tropas podían ser más que necesarias. Experto en varios idiomas -quizá haya que descatar sus conocimientos en latín- y militar capacitado, se puso en contacto con los ingleses y vuelve a pisar tierra española.

La Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País y la Fundación Instituto de Empresa han organizado, para conmemorar el II centenario de la Expedición a Dinamarca, un cliclo de conferencias - empieza el 28 de enero de 2008 a las 18.30 horas en la Torre de los Lujanes-, dirigido por Feliciano Barros y Alfredo Alvar.

Trinidad de León-Sotelo (Madrid), Expertos e investigadores analizan al Marqués de la Romana y su tiempo, ABC, 28 de enero de 2007

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