lunes, 21 de abril de 2008

Preston desmonta las "mentiras" difundidas y aceptadas sobre Franco

El historiador británico Paul Preston desmonta en su última obra las "mentiras" difundidas por el régimen franquista sobre el dictador, algunas de las cuales se han mantenido hasta hoy aprovechando el contexto internacional derivado de la Guerra Fría y el anticomunismo feroz de las potencias occidentales.

El historiador británico Paul Preston

En una entrevista concedida a Efe, Preston asegura que "muchas de las creencias populares con respecto a Franco son falsas: no fue el general más joven de Europa desde Napoleón, ni el valiente artífice de la neutralidad española en la II Guerra Mundial, ni el arquitecto del crecimiento económico español de los años 60". Atribuye ese sentir colectivo benévolo hacia Franco a "una combinación de ignorancia, indiferencia y la determinación de no volver a sufrir una dictadura".

La publicación de "El gran manipulador. La mentira cotidiana de Franco" (Ediciones B/Editorial Base) constituye asimismo, confiesa Preston, una estrategia para que una versión más reducida de su biografía de Franco se puede traducir a idiomas como el francés o el alemán. Preston, autor de una biografía de Franco de más de mil páginas publicada en 1994 por Random House Mondadori, vuelve a incidir en uno de sus temas preferidos como historiador porque siente que "está instalada en la gente una idea de Franco benévola, hasta el punto de que con al menos 130.000 muertos por la represión, tiene mejor imagen que Pinochet, que asesinó a 3.000 chilenos".

A pesar de que intelectualmente Franco era una persona de poca cultura y, en definitiva, un "mediocre", el historiador británico cree que tenía otras "habilidades" o de lo contrario "difícilmente se habría mantenido en el poder durante 39 años". Pudo detentar el poder, único objetivo del régimen, "a través del terror impuesto tras la Guerra Civil; por su capacidad para manipular y torear a sus colaboradores y su habilidad para saber el precio de su silencio; y por la suerte de un contexto internacional en el que británicos y norteamericanos difundían con pleno conocimiento las mentiras del régimen". Un ejemplo claro de esta connivencia pasiva son las declaraciones de Churchill en 1944 en las que daba las gracias a Franco por haber sido neutral durante la II Guerra Mundial, "a pesar de no haberlo sido".

Preston califica algunas de las mentiras de Franco de "infantiles" y se siente "escandalizado" cuando ve que el 'Caudillò justifica el bloqueo al que Estados Unidos sometió a España en los primeros años de la autarquía a "la envidia de los norteamericanos, que en realidad quería abrazar el sistema falangista español".

En su nuevo libro, Preston se ocupa asimismo de los militares que potencialmente pudieron poner en dificultades la jefatura de Franco, entre ellos Antonio Aranda, Queipo de Llano, Yagüe o Alfredo Kindelán. En muchos de los casos se tratan de oposiciones verbales y quizá de todas ellas la más llamativa es, recuerda Preston, la de Aranda, "un general que mantenía contactos con los británicos, con los alemanes e incluso con la oposición izquierdista". El potencial peligro de Queipo de Llano explicaría, admite Preston, que Franco decidiera enviarlo a Italia y no le permitiera volver a Sevilla. Al contrario de lo que sucedió en la Alemania nazi, con el caso notable del coronel Stauffenberg, que intentó atentar sin éxito contra Hitler, en España, sostiene el historiador inglés, "no se conocen casos de atentados militares" y la única posibilidad de golpe interno pudo llegar cuando Hitler expresó su frustración con Franco "por que no acababa de entrar en la guerra". Hitler, continúa Preston, se había mostrado impresionado por el general Muñoz Grandes, quien "tampoco estaba mucho por la labor de derrocar a Franco".

Preston comenta que sí se conoce que el gobierno británico destinó trece millones de dólares de la época a sobornar a los generales españoles para que se opusieran a la entrada de España en la contienda junto al Eje, pero "tampoco se tiene constancia de los recibos en la parte española, de quiénes eran los beneficiarios ni si lo sabía Franco".

Preston desmonta las "mentiras" difundidas y aceptadas sobre Franco, La Vanguardia, 21 de abril de 2008

domingo, 20 de abril de 2008

Una intifada de navaja y macetazo

Dentro de unos días se cumplirá el bicentenario de un acontecimiento histórico que ha pervivido en el imaginario de los españoles: el levantamiento del 2 de mayo. El escritor Arturo Pérez-Reverte analiza los hechos.

En estos tiempos de códigos más o menos Vincis, de conspiraciones vaticanas y de tramas ocultas, regado todo con la inevitable agua llevada al molino de la política, el 2 de Mayo no podía quedar al margen. Por eso, junto a historiadores de probada solvencia que aportan al bicentenario obras fundamentales para comprender mejor un tiempo decisivo para la España de entonces y la de hoy, aparecen también versiones pintorescas de los acontecimientos que desencadenaron la Guerra de la Independencia. Historiadores o historietistas de variada casta, sin recurrir ni siquiera al recurso -que casi todo lo justifica- de la ficción, vuelcan en la fecha del 2 de Mayo las más peregrinas interpretaciones personales: desde quien plantea el conflicto como una primera guerra civil entre españoles, anacronismo que hace llevarse las manos a la cabeza a los historiadores serios, a quien pretende demostrar, no ya que los madrileños se alzaran directamente por la Constitución de 1812, sino por la de 1978, o casi. Sin que falte algún historiador profesional que -a qué pasar hambre, si es de noche y hay higueras- presenta libro, pretendidamente riguroso, bajo el reclamo publicitario: Las tramas secretas de la insurrección.

Muerte de Daoiz y Velarde

Nada de eso es malo, por supuesto. Está bien que circulen opiniones diversas, artículos y libros, y que el lector curioso o especializado disponga de variados puntos de vista para establecer su propia idea del asunto. El tiempo y los verdaderos historiadores ponen siempre, al fin, cada cosa en su lugar. Eso ocurre ya estos días con la difusión de trabajos admirables como los del teniente coronel José Manuel Guerrero Acosta o la historiadora Carmen Iglesias -magnífico, su ensayo breve La tragedia de la inteligencia-, la publicación de ensayos solventes como el José Bonaparte de Manuel Moreno Alonso o el Dos de Mayo de 1808 de Arsenio García Fuentes, entre otros, y la reedición, o feliz permanencia en las mesas de novedades de las librerías, de títulos fundamentales como La guerra de la Independencia, de Miguel Artol; El Dos de Mayo, mito y fiesta nacional, de Christian Demange; o El sueño de la nación indomable, de Ricardo García Cárcel.

A juicio del simple lector que soy, el valor singular de las obras citadas es que sus autores saben, o supieron, mantener las distancias con el lugar común de la nación en armas unida y solidaria como un solo hombre, poniendo límites al alcance del mito que a los españoles de mi generación se nos inculcó en las escuelas de los años 50 y 60: resistencia numantina, patria y religión, lealtad colectiva y sin fisuras a la idea de una España unida en su rica diversidad, arma al brazo y en el cielo las estrellas, etcétera; capaz de ponerle camisa azul lo mismo a Viriato que al Cid Campeador, a Cervantes, a Daoíz o a Velarde.

El 2 de Mayo y la guerra de la Independencia fueron procesos complejos donde, como ocurre en todos los lugares del mundo, la mayor parte de los protagonistas se vieron arrastrados contra su voluntad y donde, paradójicamente, muchas grandes hazañas tuvieron justificación en el fanatismo e incultura de sus protagonistas. Ni todos los curas fueron trabucaires -no pocos obispos colaboraron con el invasor-, ni todos los guerrilleros fueron héroes -numerosos bandoleros y asesinos se justificaron bajo ese nombre-, ni todos los afrancesados fueron villanos oportunistas. Además, los aliados ingleses se comportaron a veces con más crueldad y falta de escrúpulos que las tropas francesas. Y entre 1808 y 1814, los ejércitos españoles fueron de derrota en derrota hasta la victoria final, lograda a fuerza de coraje y tenacidad nacional, de una parte, y de ayuda británica, por la otra, mientras miles de patriotas voluntarios o forzosos eran sacrificados por la incompetencia, la desorganización, la insolidaridad y la mala fe tradicionales, tan propias de España y su gente. Sin contar lo que vino después: el retorno del rey más infame de nuestra historia, la abolición de las libertades constitucionales y la demostración aplastante, en el sentido literal del término, de que en 1808 -o unos años antes, cuando todavía era posible, quizás, una guillotina en la Puerta del Sol- los españoles nos equivocamos de enemigo. Error del que, doscientos años después, todavía pagamos las consecuencias.

Frente a esas realidades probadas por autoridades solventes, el fatigoso rumor de la España épico-folclórica, levantada para defender, unánime y coordinada desde el primer día, nación y libertad, sigue como fondo del discurso de ciertos historiadores. Algunos, como el profesor de la Complutense Emilio de Diego, parecen incluso haber descubierto -en eso se basa, al menos, la promoción de un reciente libro suyo sobre 1808-, que la guerra de la Independencia, a través del 2 de Mayo, empezó con una red de conspiraciones previas secretísimas y clandestinas; un aristocratismo difuso encabezado por militares, aristócratas y clérigos, que habría hecho las delicias de Dan Brown. Todo eso, a pesar de que algunas de tales conspiraciones, las menos novelescas, son del dominio público hace tiempo -se conocen al menos cuatro, y ninguna fue más allá del proyecto, a veces disparatado-, de que casi todas fueron más bienintencionadas que reales, y de que ninguna llegó a consumarse nunca; ni siquiera el complot de los artilleros, el más serio, que implicaba a los capitanes Daoiz y Velarde con otros militares de poca graduación, y que fue desbaratado por el ministro de la Guerra, el afrancesado, luego colaborador de los invasores, general Gonzalo O'Farril.

El 2 de Mayo no fue resultado de tramas secretas ni conspiraciones patrióticas. Es cierto que agentes profernandistas alentaron en Madrid protestas y motines; pero, como han probado historiadores respetables, eso nunca fue más allá de pequeños incidentes. Ni siquiera Fernando VII, indeciso ante Napoleón en Bayona, soñó con una guerra contra los franceses: su reacción al conocer la noticia fue de miedo y confusión, pues nunca habría osado llegar tan lejos. De dar pataditas en las espinillas de Murat, lugarteniente del emperador en España, a una insurrección nacional previamente organizada, media un abismo que sólo la avidez oportunista de originalidad académica permite salvar. En Madrid, los hilos los movieron el azar y la cólera. Y los redaños. Afirmar lo contrario es rebajar la gesta. El pueblo que el 2 de Mayo luchó contra los franceses no estaba manejado por agentes secretos de Fernando VII ni del Gobierno británico, sino que su impulso fue espontáneo, impremeditado, desorganizado, y sangriento. Fue un estallido de furia ante la injusticia francesa; la chispa de un altercado ante Palacio que prendió por la ciudad como reguero de pólvora. Nadie lo esperaba tan grave; ni siquiera los protagonistas. La prueba es que todos los supuestos conspiradores de las supuestas tramas secretas se quedaron en sus casas mientras el pueblo encolerizado se juntaba en cuadrillas, daba la cara con navajas, macetas y armas de fortuna, corriendo de un lado a otro por la ciudad, siempre en busca, inútilmente, de alguien que lo dirigiera. Cierto es que hubo un aristócrata y dos capitanes de artillería que se batieron, respectivamente, en la puerta de Toledo y en el parque de Monteleón; pero lo hicieron, como confirmaron luego amigos y compañeros, no como piezas de una trama, sino por cuenta propia; por pundonor y vergüenza torera.

El 2 de Mayo, un pueblo ingenuo e ignorante se batió en Madrid sin orden y solo, abandonado por su rey, por su Gobierno, por su Ejército y por las clases acomodadas, que se quedaron mirando desde los balcones, suspicaces, a aquella turba que trastornaba el orden público, y luego respiraron aliviados -lo cuentan testigos irreprochables como Alcalá Galiano- cuando la tranquilidad volvió a las calles. En aquella ciudad de 170.000 habitantes sólo tomaron de verdad las armas tres o cuatro mil hombres, mujeres y niños. La lista de 413 muertos y 160 heridos prueba que la mayor parte de quienes pelearon desempeñaban oficios humildes: jornaleros, albañiles, panaderos, criados, mozos de caballos, aguadores, empleados, dependientes, chisperos, desertores, rufianes, putas, manolas: pueblo bajo que ese día salió a pelear, no movido por conspiraciones rocambolescas, sino porque había franceses a tiro de navaja, y la gente estaba harta de que se pasearan por Madrid como por su casa. El 2 de Mayo sólo fue un día terrible de cólera local. Una intifada de puñal, trabuco y macetazo; no un día de patria, nación y libertad. Todo eso vino después, a partir del 3 de Mayo y de la torpe y brutal represión francesa; cuando la nación entera se alzó en armas, en una guerra despiadada que cambió la historia de Europa. Algo que quienes lucharon y murieron el 2 de Mayo en las calles de Madrid no habían imaginado siquiera.

Arturo Pérez-Reverte (Una intifada de navaja y macetazo, El País, 20 de abril de 2008) es miembro de la Real Academia Española y comisario de la exposición 2 de Mayo 1808. Un pueblo, una nación que se inaugura el 25 de abril en Madrid.

domingo, 13 de abril de 2008

Un investigador identifica a 10 fusilados en la Montaña del Príncipe Pío

Un investigador ha identificado los nombres de 10 personas de las que aún permanecían en el anonimato de entre los 43 cadáveres enterrados en dos cajas de zinc en el cementerio de La Florida, tras ser arcabuceadas por las tropas de Napoleón al alba del 3 de mayo de 1808 en la Montaña del Príncipe Pío. Todavía quedan sin identificar otros 14 patriotas. Su atroz ejecución fue inmortalizada por Francisco de Goya en 1814. Luis Miguel Aparisi Laporta, académico correspondiente de la Academia de la Historia y directivo del Instituto de Estudios Madrileños, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, ha culminado su indagación tras consumir medio año de pesquisas.

Francisco de Goya: Fusilamientos del tres de mayo o de la Montaña del Príncipe Pío (1814). Museo del Prado, Madrid

En el Archivo de la Villa ha seguido el rastro, entre 1808 y 1880, de los familiares de los fusilados. Los parientes, en correspondencia dirigida al Ayuntamiento, solicitaban pensiones para sí o condecoraciones para sus deudos. Como los allegados tenían que probar tanto su parentesco como las circunstancias de sus muertes, las pruebas son, en algunos de los casos, abundantes. Llama la atención lo prolongado de las reclamaciones, pues duraron hasta el fin del siglo XIX.

De esta manera, en sucesivos cotejos, el académico ha podido poner nombre y apellidos a nueve infortunados patriotas abatidos junto a los tapiales de la conocida como Montaña del Príncipe Pío. El paraje, accidentado y lleno de taludes, ocuparía hoy un amplio espacio situado entre la plaza de España y el templo de Debod de Madrid.

Las víctimas permanecieron insepultas sobre el terreno de su fusilamiento desde la madrugada del 3 de mayo hasta el 12 del mismo mes, en que un sacerdote de la iglesia de San Antonio de La Florida, tío de una de las víctimas, las recogió en varias carretas, las llevó a su templo y, tras celebrar un oficio de difuntos córpore insepulto, les dio sepultura en el camposanto cercano, dedicado a empleados de la Casa Real desde 1789.

Atrio del cementerio de La Florida, donde yacen enterrados 43 fusilados por las tropas francesas el 3 de mayo de 1808. Santi Burgos

En él prosiguen a buen ritmo las obras de rehabilitación, saneamiento y adecentamiento del recoleto camposanto de La Florida, en la calle llamada hoy de Francisco y Jacinto Alcántara, cerca de la rosaleda del parque del Oeste, donde aquellos 43 desdichados fueron inhumados. El cementerio consta de una entrada flanqueada por cipreses a ambos lados de un pequeño camino. El camino arranca con un mural de loza que muestra una reproducción del cuadro de Goya Los fusilamientos del 3 de mayo de 1808. Conduce hasta un atrio con suelo de terrizo y tapias de ladrillo, que da paso a una ermita de dos plantas.

En la primera se encuentra una serie de lápidas e inscripciones conmemorativas, y en la segunda, a la que se desciende por una angosta escalera de peldaños muy pronunciados, se halla propiamente la cripta que contiene los restos de los muertos. En los paramentos de descenso, una lápida incrustada informa de que ahí está enterrado el prócer liberal Evaristo San Miguel, sepultado por su voluntad años después en homenaje a las víctimas.

Hasta el momento eran 19 los nombres de varones que constaban en letras de bronce sobre la pared que los sepulta, pero, tras la investigación de Luis Miguel Aparisi, son ya 28 los identificados. "Uno de los nombres que anteriormente figuraba, el de Fausto Zapata, cadete de las Reales Guardias Españolas, de 13 años, ha sido suprimido por carecerse de documentación específica que acredite su sepultura aquí", dice Aparisi Laporta.

Recientemente, con motivo de la rehabilitación que se lleva a cabo en el interior de la ermita donde se hallan enterrados para colocar una lápida con los nombres de las víctimas identificadas, se abrió una cata en el muro donde permanecen los restos. A través de un boquete de unos 10 centímetros pudieron verse las dos cajas de zinc, de considerable tamaño, donde documentación municipal fechada en 1917 confirmó que los 43 habían sido allí inhumados.

"Eran dos grandes cofres, en uno se hallaban los restos humanos y en la otra caja de zinc se incluyeron cinturones, botonaduras y algunos efectos personales de las víctimas", cuenta Aparisi.

Se ha dado un episodio singular. En días pasados: J. L. V., comandante de la denominada Milicia de Voluntarios Nacionales, organización filantrópica creada en 1839, que custodia el camposanto desde 1917, se presentó en el cementerio uniformado a la usanza antigua, en compañía de un ayudante, para exigir el cese de las obras. Los trabajadores avisaron a la Policía Municipal, que le disuadió.

Las obras de restauración las supervisa el arquitecto Antonio Lopera. Hasta el momento ha sido excavada una zanja perimetral para guarecer el cementerio de filtraciones. Del ala izquierda del recinto ha sido derruido un habitáculo herrumbroso, de construcción reciente, que afeaba sobremanera el conjunto. Una nueva albardilla remata los muros. Su techado es de teja y se ve rematado por una cruz. En la cripta, una lápida de mármol blanco de Macael y pulido recogerá los nombres recién identificados.

Gentes del pueblo llano

  • José Antonio Alises. De Villar e Guadiana (Ciudad Real). Palafrenero al servicio del infante don Carlos (luego pretendiente carlista).
  • Miguel Gómez Morales. Funcionario jubilado.
  • Gabriel López. Identificado por Juan Suárez, paisano que escapó de los fusilamientos.
  • Juan Antonio Martínez del Álamo. Dependiente del Real Resguardo. Soltero.
  • Antonio Méndez Villamil, José Rey Magro, Manuel Rubio, albañiles. Detenidos tras apedrear a unos soldados franceses desde el andamio de la iglesia de Santiago.
  • José Rodríguez, botillero en C. de San Jerónimo.
  • Anselmo Ramírez de Arellano. Ministro Montado (alguacil) del Resguardo.
Rafael Fraguas (Madrid), Las víctimas ya tienen nombre, El País, 12 de abril de 2008

Los neandertales, cada vez más cerca de nosotros

La foto cambia. Los neandertales, aquellos seres tan parecidos a nosotros, y tan distintos, eran más humanos, inteligentes y agraciados de lo que siempre creímos. Recientes hallazgos descubren cosas insólitas, de los otros y su mundo. Las incógnitas comienzan a desvelarse.
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Sólo hay dos especies que, miles o millones de años después de extinguirse en la Tierra, siguen provocando auténticas pasiones entre los humanos: los neandertales y los dinosaurios. Por qué los terroríficos monstruos de crestas punkeras, enormes corpachones y largas colas siguen fascinando parece claro. Eran unos bichos impresionantes y atractivos en su poderío, que dominaron la Tierra durante millones de años, y ¡zas!, de repente desaparecieron. Pero ¿por qué nos siguen cautivando e intrigando los neandertales?, aquellos seres chaparros y fortachones, de enorme nariz, arcos supraorbitarios prominentes y mentón huidizo que habitaron Europa hace entre 200.000 y alrededor de 27.000 años. ¿Por qué queremos averiguar a toda costa cómo eran, si se cruzaron o no con el hombre moderno, y saber cómo y por qué se extinguieron?

El yacimiento asturiano de El Sidrón es uno de los más importantes. Estos homínidos vivieron en la cornisa cantábrica hace 43.000 años. Los hallazgos de fósiles y estudios genéticos están aportando datos que empiezan a replantear el modelo tradicional: uno, la pigmentación, que nos permite saber que el neandertal era rubianco-pelirrojo; otro, la capacidad para el habla. PH. PLAILLY / ATELIER DAYNES


Quizá la fascinación por aquellos robustos seres tan parecidos a nosotros, y a la vez tan distintos, no obedece a otra cosa, como dice Antonio Rosas, paleoantropólogo del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC), que a querer saber más de nosotros mismos. "Porque son un enigma, son como nuestro espejo un poco deformado, nos reconocemos pero al mismo tiempo no somos. Y los miramos de continuo para ver si entendemos algo más de nosotros mismos". O puede que, como mantiene el premio Príncipe de Asturias y codirector de Atapuerca, Juan Luis Arsuaga, sólo sea "porque es una historia apasionante, una gran historia, y a los humanos nos gustan las historias". Para el autor del exitoso El collar del neandertal, que confiesa que nada le haría más ilusión que tener una gota de sangre neandertal que le conectase con esos poderosos europeos, el cerebro humano, esencialmente, produce y consume historias. "Y la de los neandertales es una de las más increíbles, pone a nuestra especie junto a otra misteriosa y desaparecida: los otros. Tiene un componente de intriga y misterio, es imposible que no nos atraiga".

Hasta hace muy poco, los neandertales eran considerados unos seres rotundamente arcaicos y brutales "durante muchos años se les tuvo como una subespecie de Homo sapiens", poco avanzados en tecnología y con escasa capacidad para resistir la competencia del hombre moderno, más inteligente y rico en recursos, con el que coexistió en Europa unos 10.000 años antes de su extinción.

Pero el paradigma está empezando a cambiar. Ni tan brutales de aspecto, ni tan atrasados tecnológicamente, ni tan diferentes en su inteligencia del Homo sapiens. ¿Qué está pasando? Pues que los últimos estudios genéticos y hallazgos de fósiles neandertales, entre ellos, los del yacimiento asturiano de El Sidrón, están aportando datos que empiezan a replantear el modelo tradicional. "Son cosas increíbles las que estamos conociendo, elementos de su aspecto físico o cognitivo que nunca hubiéramos pensado saber", dice el biólogo del equipo de El Sidrón, Carles Lalueza, que ha descubierto dos importantes genes neandertales. Uno está relacionado con la pigmentación y nos permite saber que eran rubianco-pelirrojos; el otro, con la capacidad para el habla, y nos deja deducir que podían hablar como los cromañones. "El Sidrón está abriendo un universo muy llamativo. Es la mejor colección de neandertales de la Península y ahora, sin duda, el yacimiento activo más relevante del mundo. Podemos decirlo sin ningún rubor", asegura Rosas, responsable de la paleoantropología del yacimiento y profesor investigador del CSIC.

Tanto Arsuaga como Rosas, que durante 23 años formó parte del equipo de Atapuerca, se remontan al ancestro común de neandertales y el hombre moderno, el Homo ergaster africano, que salió de África hace unos dos millones de años, para explicar cómo su diferente evolución dio lugar en Europa al neandertal, la especie genuinamente europea, y en África, al Homo sapiens, que llegaría a Europa, por Asia, hace unos 40.000 años. Dos especies diferentes con un antepasado homínido compartido.

¿Cuándo se data el origen de los neandertales?, se pregunta Arsuaga, actual director del Centro de Evolución y Comportamiento Humanos (UCM-ISCIII). "No hay contestación, porque fue una evolución gradual. Podemos decir que los primeros neandertales tenían medio millón de años. La gente de la sima de los Huesos de Atapuerca es una población europea de hace medio millón de años, contemporánea de una población africana, y ambas proceden de la misma especie biológica, pero empiezan a diferenciarse localmente. En Europa hay un avance, un esbozo de algo que con el tiempo terminarían siendo los neandertales, pero que todavía son antepasados de neandertales, el Homo heildelbergensis. Pero si vamos más hacia atrás, a los 800.000 años, o todavía más atrás, con el reciente hallazgo de la nueva mandíbula de 1,3 millones de antigüedad, nos encontramos con el Homo antecessor de Atapuerca, que no tiene rasgos neandertales. Tanto la paleontología como la genética indican que la separación de las dos líneas se produjo en algún momento entre 500.000 y 1.000.000 de años".

¿Qué entendemos hoy por neandertales? Si hablamos de los que antes se llamaban neandertales clásicos ?conocidos toda la vida como neandertales?, su origen está entre los 250.000-200.000 años atrás; ésa sería una fecha frontera. "A partir de ese momento son neandertales en el sentido anatómico, y los anteriores, los de Atapuerca, son sus antepasados directos", afirma Rosas, quien añade que los fósiles de El Sidrón (nueve individuos de distintas edades identificados, un maxilar prácticamente completo con todos sus dientes, además de otros miles de huesos, restos líticos transformados en útiles y herramientas) ponen en la palestra la guinda que faltaba: el final de los neandertales claramente constituidos. "Y no hay que olvidar que es la primera vez que se ha podido sacar un gen completo de un fósil de neandertal".

Las aportaciones genéticas de El Sidrón, tanto del ADN mitocondrial (sólo de herencia materna) como del nuclear (de ambos progenitores) de neandertales, que vivieron en la cornisa cantábrica hace 43.000 años, están siendo esenciales para hablar de un nuevo paradigma. No sólo se han sumado al macroproyecto del Genoma Neandertal que lidera el experto mundial Svante Pääbo, sino que son objeto de diferentes estudios genéticos en colaboración con el instituto alemán Max Planck. "Hasta ahora, para entendernos, la explicación en la teoría de la evolución era entre el chimpancé y nosotros, ya que compartimos un antepasado y es la especie viva más próxima. Era nuestro modelo de referencia. Pero la cantidad de información llamativa de los neandertales que estamos sacando nos permite empezar a sustituir el modelo chimpancé por el modelo neandertal. Con una diferencia: que la distancia de separación es mucho más corta en el tiempo evolutivo", explica Rosas.

¿Cuáles son estas novedades neandertales que tanto entusiasman a los científicos? Para empezar, los datos sobre su aspecto físico, y, lo que parece intrigarnos más, sobre si se cruzaron o no con el hombre moderno, siguiendo por derroteros como su ecosistema y forma de vida, tecnología, diferencias que podía haber entre los del norte y del sur. Y, finalmente, una de las cuestiones esenciales: las causas de su extinción.

El pescador de genes Carles Lalueza puede decir mucho de los hallazgos genéticos. Descubridor del gen FOXP2, relacionado con la posibilidad del habla, y del MCR1, de la pigmentación, y a punto de publicar un nuevo descubrimiento del que todavía prefiere no hablar, aunque insinúa que cualquier otro gen "que esté relacionado con la inmunidad, la fisiología del metabolismo o los aspectos externos llamará la atención porque representa un cambio conceptual grande", asegura que, a la larga, "esta información no sólo representará un cambio de paradigma sobre ellos, sino sobre nuestra especie. Porque, una vez que tengamos el genoma completo del neandertal y veamos los genes que compartimos, podremos saber, aunque sea por eliminación, cuáles son los cambios exclusivos de nuestra especie. Ahora estudiamos sus características propias, pero, en el fondo, estamos estudiando las nuestras, asegura este investigador de la Universidad de Barcelona.

Así que, gracias a la genética y al ADN de los fósiles de El Sidrón, podemos saber, entre otras cosas, que el físico de los neandertales era mucho más parecido al del hombre moderno de lo que hemos pintado e ilustrado durante más de un siglo. "A mí no me importaría que se hubieran cruzado con nosotros. Soy un defensor de los neandertales y estoy en contra del paradigma, que ha cuajado incluso a nivel popular, de que era una subespecie brutal y atrasada", dice Lalueza, que añade que con el hallazgo del gen de la pigmentación asistimos a una paradoja divertida: en el fondo, ellos, que podían ser rubios o pelirrojos y de piel clara, se parecían más físicamente al hombre actual que nuestros antepasados los cromañones. "Éstos, hacía poco que habían salido de África y tenían una pigmentación más oscura".

Con el físico hemos topado. Y si no eran tan primitivos, ¿cómo eran realmente? ¿Podrían, vestidos en vaqueros, pasar hoy desapercibidos en el metro de Nueva York, como mantiene el famoso y ya clásico modelo? Porque las últimas recreaciones que han incorporado algunos grandes museos del mundo, como las realizadas por el taller Daynés, de la artista francesa Elisabeth Daynés "que ilustran este reportaje", suponen una auténtica revolución en la imagen neandertal tradicional. Y no son fantasías, ya que están hechas sobre moldes de fósiles neandertales y con el asesoramiento científico de conocidos expertos. "Son parecidos a nosotros y diferentes en todo el esqueleto. La pelvis es totalmente distinta, las mandíbulas, el cráneo, los dientes, los huesos largos. Morfológicamente son distintos; no son simios, pero tampoco son sapiens: son diferentes", dice Arsuaga.

Lalueza tiene claro que hoy un rostro neandertal nos sorprendería mucho. "No creo que haya un equivalente en el hombre actual. Su frente estaba inclinada hacia atrás, los arcos supraorbitarios sitúan una mirada muy profunda, tenían la cara proyectada hacia delante y la nariz era enorme, tan grande como la de un europeo que la tuviera muy grande, pero ancha como la de un africano. Realmente creo que llamaría la atención en el metro de Nueva York". Pero Antonio Rosas, que con su equipo del Museo Nacional de Ciencias Naturales reconstruye, con el maxilar encontrado en El Sidrón, una cara de neandertal utilizando avanzadas técnicas de computación, mantiene que, en esencia, lo que está cambiando es que se empiezan a apreciar diferencias entre grupos neandertales del norte y del sur. "Una peculiaridad de los de El Sidrón es que eran muy robustos; dentro de su arquitectura ancha, eran más anchos todavía. Los individuos masculinos podían, en caso extremo, superar 1,70 metros de altura, y las mujeres bordeaban el 1,60. No eran pigmeos. Y murieron jóvenes. Sabemos que su longevidad máxima estaba entre los 40 y 50 años, pero éstos no llegaron".

Otro de los mitos que ha caído con la genética es el de que los neandertales no podían hablar como nosotros y se entendían con gruñidos o gestos. Podían. Y así lo ha demostrado el gen encontrado por Lalueza, que implica que neandertales y cromañones tenían la misma estructura implicada en el gen que posibilita un lenguaje articulado. "Su lenguaje debió de ser más limitado que el nuestro, pero no porque pudieran emitir menos fonemas. La razón principal la tenemos en que nuestro lenguaje requiere, de manera constante, una memoria operativa de gran capacidad", mantiene el psicobiólogo Manuel Martín-Loeches, autor de La mente del Homo sapiens, que ha estudiado también la del neandertal y su capacidad para la memoria o el habla. Director de la sección de Neurociencia Cognitiva del Centro de Evolución y Comportamiento Humanos, Martín-Loeches dice que la memoria operativa de los neandertales, mucho más limitada que la del sapiens, fue también la causa de su escasa capacidad creativa y, curiosamente, de su valentía, ya que su menor facultad para anticipar acontecimientos futuros les hacía más osados.

Arsuaga opina que el lenguaje neandertal sonaría como el nuestro si lo oyéramos a través de una puerta. "En el antiguo paradigma siempre se decía que los neandertales no podían producir los sonidos del lenguaje del Homo sapiens, pero ellos tenían el hueso hioides 'situado encima de la laringe' como el nuestro y el del chimpancé es muy diferente. Si oyéramos hablar a los neandertales, sonarían igual que un hombre moderno y no como un chimpancé. Y si oyéramos hablar a un austrolopiteco, seguramente diríamos que es un chimpancé".

En lo que están de acuerdo los investigadores es en que, fundamentalmente, lo que ha cambiado es nuestra percepción de los neandertales, quizá porque ya no tenemos tanta necesidad de considerarlos tan inferiores para vernos superiores. "Hemos dejado de creernos el epicentro de la evolución humana. Dicho de otra forma, ya no se perciben como una especie inferior, sino como una igual. Distinta pero igual", opina Rosas. Y Arsuaga menciona otra novedad. "De entrada, son los europeos de verdad, ellos sí que son auténticos europeos. Y eso es un cambio de paradigma. Ha pasado un poco como con los aborígenes de Australia o Nueva Zelanda, que ahora todo el mundo presume de tener un antepasado maorí..."

Pero hay más cosas que empiezan a contemplarse en este nuevo modelo neandertal. Por ejemplo, algo que nunca se había cuestionado era su escasa capacidad tecnológica. Todas las herramientas y utensilios de aspecto moderno que tenían "en torno a los 40.000 años de antigüedad" se habían atribuido siempre a los cromañones, pero hallazgos como los de la cueva del Conde (Asturias) o El Sidrón permiten dudarlo. Arsuaga, que codirige los trabajos de la cueva del Conde, asegura que éste y otros yacimientos de parecidas características del País Vasco o Cantabria plantean que es una tecnología neandertal: "Tenemos unas industrias de transición que hasta ahora atribuíamos a los cromañones, que se suponía eran los creativos. Y nos preguntamos: ¿por qué de los cromañones? Todo apunta a que lo han hecho los neandertales". "En Barcelona hay un yacimiento maravilloso donde se ve que los neandertales tenían un dominio extraordinario del fuego, con talleres que utilizaban casi de forma industrial. Vamos conociendo y matizando", apunta Rosas.

La coexistencia de los últimos neandertales y cromañones en Europa, durante unos 10.000 años, pone sobre el tapete otra de las cuestiones más debatidas: ¿se cruzaron ambas especies? Lalueza lo niega rotundamente y asegura que las especies divergieron hace unos 900.000 años. "Además del gen de la pigmentación ?una variante que no se encuentra en los humanos modernos?, en el gen FOXP2 encontramos variantes que tenían los neandertales que eran ancestrales a todos los humanos modernos y que no han llegado hasta nosotros. Coexistieron, pero no se mezclaron".

Pero Arsuaga tiene serias dudas y asegura que no le sorprendería que hubiera habido algún intercambio genético. Lo que para él, en cualquier caso, carece de importancia. "Pudo haber alguna vez cruces entre neandertales y sapiens, pero es irrelevante, es intrascendente a efectos evolutivos, porque sucede que esos híbridos no encuentran pareja o son absorbidos, y los genes raros acaban perdiéndose. Los neandertales se extinguieron y no contribuyeron nada a las poblaciones modernas, pero no me parece realista decir que es imposible que se hubieran cruzado, porque en la naturaleza no hay límites netos".

Y llegamos a otra de las grandes cuestiones del universo neandertal: ¿por qué se extinguieron? Pregunta que, como las cerezas de un cesto, se enreda con otras: ¿fue el Homo sapiens el causante de su extinción?; ¿acaso no pudieron competir con la mayor capacidad tecnológica de éste?; o, como también se plantea ahora, ¿fue un cambio climático lo que les arrastró a su final?

El paleobotánico José Carrión, de la Universidad de Murcia, especialista en palinología, ha estudiado los registros de cambios de paisaje asociados a áreas regionales neandertales, a través del polen fósil de distintos yacimientos, entre ellos, los de los últimos neandertales de la península Ibérica (Gorahn, en Gibraltar, y Carihuela, en Granada). Carrión, que ha reconstruido la vegetación, paisaje y fauna de la época, aporta dos conclusiones. Una: la extinción no fue de golpe, sino un largo proceso. Dos: se debió sobre todo a un proceso endogámico. Pero suma otros datos. Para empezar, los neandertales eran seres de bosque y un cambio climático vino a acelerar su extinción.

Al parecer, aquellos bosquimanos fueron reduciendo su área de distribución en el continente europeo, por lo menos desde hace 35.000 años hasta unos 26.000 años antes del presente. "Los últimos 10.000 años fueron de declive, con una población fragmentada y cada vez menos numerosa. Cuando haces un mapa del Musteriense, las poblaciones están cada día más distantes, con más endogamia y menos intercambio génico entre las poblaciones del norte y del sur. Eso, a largo plazo, es un problema en todas las especies de mamíferos. Los genetistas lo llaman ¿depresión por endogamia?", explica Carrión. "Los últimos neandertales están en el sur de la península Ibérica y, cuando se extinguen, no hay evidencia alguna de que el hombre moderno estuviera allí. No coexisten. Así que la competencia de una especie con la otra no existe, no hay por qué estudiarla".

Para este paleobotánico, hay otras causas que contribuyeron a la desaparición de la especie, como el cambio de paisaje. "El neandertal es un animal meridional, de bosque abierto o sabana (árboles grandes, arbolitos sueltos y hierba), no es un hombre de estepa. Siempre los han pintado en el norte de Europa, pero ellos se iban al norte cuando hacía calor; en los periodos glaciales estaban en el sur de España, el sur de Italia y la península grecobalcánica. Por su tecnología, posiblemente cazaban en grupos pequeños y al acecho, escondiéndose detrás de árboles y arbustos. Y ocurre algo inesperado: el paisaje se hace entonces muy abierto, muy estepario, con pocos arbustos, y el tipo de animales cambia. Pasa de una gran diversidad de fauna a otra menor pero muy grande: mamuts, bisontes, renos... Animales que hay que cazar de otra manera, con proyectil o lanzando piedras a distancia. Y sus herramientas de caza son más pequeñas y lanzables, no pesan. La mejor tecnología para esa caza la tiene nuestra especie, los sapiens que vienen de la estepa asiática perfectamente adaptados. Pero todavía sobrevivió miles de años".

Así que los cambios climáticos dieron al neandertal el golpe de gracia. Para Carrión, la gran pregunta no es por qué se extinguieron, sino por qué sobrevivieron tanto. Y tiene una respuesta. "Durante 30.000 años, el sur de la península Ibérica era un jardín botánico, un auténtico paraíso. Vivían cerca del mar, y pescaban y comían de todo, incluso piñones... Comían focas monje, cazaban delfines, ánades, patos, codornices, perdices, cabras montesas... Tenían una dieta muy variada, la misma del hombre de hoy". Rosas, por su parte, asegura que la extinción de los neandertales es tan natural como el origen y el nacimiento de cualquier especie. "Nos preguntamos por qué se extinguieron y es un planteamiento falso. Es interesante saber por qué, pero está envuelto en un halo de falso misterio. Cuando llevamos la misma cuestión a otras especies de mamíferos, vemos que unos se extinguen y otros no. Y ellos tienen medio millón de años de historia de evolución, que nosotros no tenemos".

Pero el codirector de Atapuerca aporta su personal teoría para explicar la extinción: la gran capacidad simbólica de los cromañones les daba ventaja. "Los neandertales no tenían bandera, y cuando llega aquí el Homo sapiens tiene bandera. Porque la bandera es la capacidad de representar a una comunidad por medio de un objeto, de reagruparse en torno a símbolos, lo que permite aumentar el tamaño del grupo sin basarse en el parentesco, un grupo que trasciende lo biológico. Así, el número de miembros de una tribu puede ser ilimitado; creo que ésa es la diferencia. Los cromañones tenían un sistema de alianzas, de solidaridad, basado en creencias, historias o mitos que les daban una unidad que sobrepasaba lo puramente biológico. Somos la única especie que forma comunidades no biológicas, unidas por lazos de tipo simbólico, lingüístico, religioso. Los neandertales se conocerían entre ellos, familias, grupos grandes, y, de pronto, eso se pone en competencia con una especie de comunidades que pueden ocupar toda la península Ibérica, con una capacidad enorme de alianza".

Eso, dice divertido Arsuaga, significa que los neandertales eran mucho más realistas que los cromañones. "Qué es más inteligente, ¿creer en lo inexistente o no creer? Yo no creo en los espíritus, no es nada realista ni inteligente; en eso estoy con los neandertales, que eran los realistas. Pero, a la larga, la gente que cree en mitos simbólicos tiene más fuerza de comunidad y supervivencia".

Queda sólo un último misterio neandertal por aclarar: si fueron o no creadores, si hicieron arte. Hasta el momento, siempre se ha mantenido que no, y los vestigios encontrados de arte fronterizo (entre 32.000-35.000 años) se han atribuido a los cromañones. "Si los cromañones llegaron hace unos 40.000 años", dice Arsuaga, "algunos neandertales tuvieron tiempo de aprender de ellos, pero ahora parece que los objetos de adorno y colgantes que tenemos de esa fecha, lo más antiguo, son de neandertales, así que nos vamos acercando a la frontera de lo simbólico".

Los huesos encontrados en la cueva de El Sidrón plantean una cuestión que enlaza con la hipotética capacidad simbólica de la especie extinguida: ¿eran enterramientos? El catedrático de prehistoria de la Universidad de Oviedo, Javier Fortea, director del yacimiento, no lo cree así. "En este depósito no se había producido ningún acondicionamiento del espacio por parte del hombre. Parece que procede del exterior, que es una zona de dolina; posiblemente esa dolina se colapsó y por alguna chimenea cayó al interior. Lo que estamos encontrando abajo nos plantea cómo llegaron aquí esos huesos, y si los neandertales enterraban o no a sus muertos hace 43.000 años. Algunos de los huesos tienen marcas de cortes descarnados, y eso indica una práctica de tipo alimentario antropófaga, incluso caníbal, aunque prefiero no utilizar palabras de ritual mientras no sepamos lo que ocurrió. Fuera hubo una acumulación de individuos, y algunos de ellos, no todos, fueron desmembrados por sus congéneres de forma rápida, porque no muestran presencia de felinos carroñeros".

Son señales que pueden percibirse en los huesos, aunque no resulta fácil verlas, salvo cuando quien las muestra es el paleoantropólogo Antonio Rosas, en el Museo Nacional de Ciencias Naturales. "Mire las rayas horizontales de esa mandíbula, se aprecian las marcas del corte, de la descarnación, el individuo fue cortado para descarnar el músculo. Ese otro hueso tiene un desconchón de lasca, de cuando se hace un corte al hueso; eso significa que los huesos largos fueron machacados para extraer la médula y comerla. Si es un canibalismo, alimenticio o ritual, continúa en discusión, pero lo que sí está claro es que El Sidrón aporta un magnífico ejemplo de canibalismo; tenemos señales de libro".

En los diferentes yacimientos neandertales, comenta Arsuaga, hay muchísimos niños enterrados. "Se puede discutir si son rituales o no, pero son enterramientos. Y eso es muy humano, es un comportamiento simbólico, porque un individuo no entierra; es un grupo el que entierra. Y a nivel sentimental nos los aproxima, no los vemos ya como monstruos, sino como gente que entierra a sus niños, que los quiere, y eso es muy tierno".

El yacimiento de El Sidrón no sólo aporta información novedosa, sino que, por primera vez en el mundo, está aplicando un protocolo en la extracción de fósiles para evitar las contaminaciones genéticas que, con frecuencia, se producen en las manipulaciones de los investigadores. Así que no es raro ver dentro de la cueva a una especie de astronauta cogiendo huesos con mucho cuidado. "A todos los excavadores nos han hecho el perfil genético, estamos retratados? Pero cuando afloran huesos potentes, compactos y duros, no esponjosos, como un fémur o una tibia, y creemos que pueden reunir las condiciones adecuadas para extraer material genético, se interrumpe la excavación, y todo el material que se está utilizando se desinfecta. El excavador se pone un traje de astronauta, un mono con escafandra, zapatos y guantes estériles, levanta el hueso con su tierra y lo mete en una bolsa estéril. Luego se guarda en una nevera a dos grados de temperatura hasta llegar al congelador del campo base, que está a 30 grados bajo cero", explica Fortea. Más tarde viajarán a Oviedo, Alemania y Madrid.

Primero fue Atapuerca y ahora los neandertales, hallazgos que, a decir de los expertos, están convirtiendo a España en una potencia paleontológica mundial. "El Sidrón significa a los neandertales lo que Atapuerca a la evolución general", confiesa Rosas sin poder disimular su entusiasmo. Y se aproximan nuevos descubrimientos.

Malén Aznárez, Más cerca de nosotros, El País, 13 de abril de 2008

domingo, 6 de abril de 2008

El hijo que Franco perdió en 1956

El rey Mohamed V, el abuelo del actual rey de Marruecos, firmó en Madrid, el 17 de abril de 1956, la independencia de su reino y a continuación acudió al palacio de El Pardo a despedirse del general Franco. Éste "quedó postrado", hundido, nada más marcharse el monarca alauí.

Portada de las memorias del ex primer ministro marroquí, Abdeltalif Filali, publicadas en Francia

La anécdota figura en las memorias que Abdeltalif Filali, de 80 años, acaba de publicar en París Marruecos y el mundo árabe (Editorial Scali), con un preámbulo escrito por Hubert Védrine, ex ministro de Exteriores de Francia. Filali fue dos veces embajador de Marruecos en Madrid, otras dos veces ministro de Asuntos Exteriores y, por último, jefe de Gobierno de Hassan II hasta 1998. Fue además el suegro de la hija mayor del rey. Siempre fue considerado como uno de los mejores conocedores de España entre las elites de su país.

Los invitados departían ese día primaveral en el patio de El Pardo cuando "se extrañaron de la brusca desaparición del Caudillo", escribe Filali. "Dos capitanes generales, Muñoz Grandes y [el hispano-marroquí] Mezian, preguntaron al portero que les dijo que Franco estaba en un cuartucho donde le encontraron postrado detrás de una mesa". "¿Se encontraba mal?", se preguntaron al verle. No, en absoluto. "Ambos conocéis a mi hija Carmen, pero ninguno conoce a mi hijo", les espetó el dictador. "¿Tiene usted un hijo?", le preguntaron los generales atónitos. "Sí y cuenta mucho para mí", les respondió Franco. "Pero si cuenta tanto, Excelencia, ¿por qué esconderlo?". "No habéis comprendido nada", les lanzó Franco. "Mi hijo es Marruecos y hoy le he perdido".

A lo largo de sus 318 páginas, Filali relata otros muchos momentos cruciales de las relaciones entre ambos países -incluidas las negociaciones con Carlos Arias Navarro para la entrega del Sáhara Occidental a Marruecos en 1975- y de la historia de España. Asistió, por ejemplo, impávido a una pelea en el Palacio de Oriente entre un sacerdote empeñado en abrir el féretro de Franco, para comprobar la identidad del difunto, y la familia del dictador que se negaba a hacerlo. Ésta se impuso.

Pero lo que más llama la atención de éste supuesto hispanófilo son las acusaciones que formula contra una España que conoció al dedillo. Sostiene, por ejemplo, que el general Federico Gómez de Salazar, gobernador de El Aaiún en 1975, organizó en colaboración con Argelia, "la huida hacia Tinduf (suroeste argelino) de los saharauis que formaban parte del Ejército español". Asegura que los saharauis que luchaban en las filas del Polisario obedecían las órdenes de militares españoles y no argelinos porque con estos existía entonces una barrera lingüística.

El ex primer ministro marroquí, Abdeltalif Filali, en una de sus intervenciones ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.

El grueso de sus recriminaciones conciernen etapas más recientes. Filali asegura que el Gobierno de Zapatero "ha arruinado las perspectivas" de sincera colaboración con Marruecos al organizar, en noviembre pasado, una visita de los Reyes de España a Ceuta y Melilla "ocupadas desde hace varios siglos". Marruecos, prosigue, "debe tomar la única decisión que se impone: cortar las relaciones con España". "No sé si esta fórmula [de la Marcha Verde utilizada para adueñarse del Sáhara mediante el env ío de 350.000 civiles] puede plantearse para recuperar las ciudades del norte, pero Marruecos no puede seguir de brazos cruzados ante éste desafío a su unidad territorial", asegura. "(...) me parece lamentable que Marruecos nunca haya considerado oportuno plantear la cuestión de la descolonización en los escenarios internacionales mientras que cada año España no desperdicia la oportunidad de recordar la españolidad de Gibraltar durante el debate en Naciones Unidas sobre los territorios no autónomos", concluye. "Inglaterra posee más títulos sobre Gibraltar (...) que Madrid sobre Marruecos donde su presencia es un mero hecho consumado".

Ignacio Cembrero, El hijo que Franco perdió en 1956, El País, 6 de abril de 2008

Himmler buscó la raza aria en España

"Nazis. Odio a los nazis", decía nuestro arqueólogo favorito, Indiana Jones, que se enfrentó a los encargados por Hitler para excavar en busca de tesoros. La frase de Jones, ay, difícilmente la suscribiría la arqueología española oficial de la posguerra. Más bien al contrario: esa rama de la ciencia abrió con entusiasmo los brazos (los puso en alto, cabría decir) a la arqueología nazi, representada especialmente por la siniestra organización de las SS Deutsches Ahnenerbe (Herencia Ancestral Alemana), que, entre otras labores, investigaba y excavaba por todo el mundo tratando de probar y justificar las abominables teorías raciales del credo hitleriano como la supremacía aria. Un historiador catalán, Francisco Gracia, de la Universidad de Barcelona, ha puesto al descubierto por primera vez las estrechas y profundas relaciones entre la arqueología española y la Ahnenerbe, un tema del que nada se sabía y que pone los pelos de punta. Hay que recordar que la actividad de Das Ahnenerbe, además de la insensata expedición al Tíbet de Ernst Schäfer, y la búsqueda majareta de objetos legendarios como el martillo de Thor o el Grial, condujo a pragmáticos saqueos de museos y colecciones y al frío asesinato de judíos y prisioneros de guerra para estudiar sus esqueletos. La organización -véase una muy amena historia en El plan maestro, de Heather Pringle (Debate, 2007)- fue condenada en los juicios de Núremberg y su director, el standartenführer Wolfram Sievers (todos en la Ahnenerbe tenían rangos de las SS), ahorcado. Con esos angelitos, y también con otros schwarmgeister (soñadores fanáticos) como los arqueólogos de la más reducida Amt Rosenberg, del ideólogo nazi Alfred Rosenberg (colgado asimismo en Núremberg), y vinculada a la Sociedad Thule, estuvo la arqueología española a partir un piñón y abierta a colaborar. El ministro secretario del partido, José Luis Arrese, expresó incluso a Himmler su interés por crear en España una organización similar a la Ahnenerbe nazi y dependiente exclusivamente de Falange, para controlar las bases ideológicas de la prehistoria y la arqueología españolas. En 1941, el arqueólogo Julio Martínez Santa Olalla, comisario general de Excavaciones, que trabó amistad y se carteaba con Himmler, patrono de la Ahnenerbe, solicitó al reichsführer ¡que le enviara una foto dedicada! La apasionante y pormenorizada investigación de Francisco Gracia forma parte del libro que prepara sobre la arqueología española entre 1939 y 1956 y que aparecerá a final de año.

Julio Martínez Santa Olalla

Buen amigo de Sievers, el camisa vieja Santa Olalla (Burgos, 1905-Madrid-1972), explica Gracia, es el hombre clave en la relación con la arqueología nazi. Su idea de la "arianización de España" por los celtas y su ninguneo de los íberos era desde luego digna de la Ahnenerbe. Profesor en la Universidad de Bonn entre 1927 y 1931, germanófilo e hijo de un general amigo de Franco, en marzo de 1939 fue nombrado comisario general de Excavaciones. A partir de ese año, intensificó los contactos con las instituciones arqueológicas de la Alemania nazi.

Francisco Gracia recalca que el terreno ya estaba abonado merced al interés de la Ahnenerbe por España, que se centraba especialmente en el arte rupestre, los visigodos y sobre todo la cultura antigua de las Canarias, donde los nazis confiaban encontrar testimonios de una ancestral raza aria pura de la que serían miembros los primitivos canarios. El prehistoriador de la organización, Hermann Wirth, que buscaba la Atlántida, consideraba que las islas eran restos meridionales del gran continente sumergido, patria de origen de los arios. La expedición debía realizarla en 1939 Otto Huth, otro de los investigadores de la Ahnenerbe, especialista en antiguas creencias espirituales arias, que proyectaba rastrear las viejas prácticas religiosas de los isleños y estaba entusiasmado con los rumores de momias guanches de trenzas rubias. Excavarían y harían mediciones craneales de los canarios. La expedición, sin embargo, quedó pospuesta indefinidamente a causa de la II Guerra Mundial, aunque Santa Olalla proporcionó mucho material documental a la Ahnenerbe.

En 1934 y 1936, una misión del Frobenius Institute estudiaba el arte rupestre del norte y noreste de la Península con un equipo en el que figuraban personajes que destacarían en la Ahnenerbe, como Franz Altheim y la atractiva Erika Trautmann (muy querida por Goering). Posteriormente, como pareja sentimental y miembros ambos de las SS, hicieron investigación racial por Europa y Oriente Próximo -en un ambiente digno de Indiana Jones y la última cruzada-, y de paso espionaje militar para la SD.

En octubre de 1940, cuando Himmler realizó su célebre visita a España, Santa Olalla fue asignado a su séquito y le acompañó a El Escorial, el alcázar de Toledo, al Museo de Prado y al Arqueológico Nacional. El reichsführer quedó contento y el arqueólogo falangista recibió una invitación personal de Himmler para desplazarse a Alemania y estudiar con los jefes de la Ahnenerbe planes de colaboración. El comisario general de Excavaciones fue recibido en el aeropuerto de Tempelhof por el propio Sievers y el standartenführer (coronel de las SS), Von Uslar. Nuestro arqueólogo concretó varios acuerdos en la sede de la organización nazi, como la realización de un ciclo de conferencias del propio Santa Olalla en diversas ciudades alemanas, la publicación a cargo de la Ahnenerbe de un trabajo suyo sobre los godos en España y el intercambio de expertos para participar en diversas intervenciones arqueológicas. Los alemanes estaban encantados de haber encontrado un interlocutor como Santa Olalla y por orden del propio Himmler se empezó a suministrar a la comisaría general de excavaciones material técnico imposible de encontrar en España como película, placas AGFA y papel de revelado de alta calidad. Se ayudó a los colegas españoles también en la fotografía aérea de yacimientos desde el Ministerio del Aire del Reich: no en balde los alemanes conocían bien los cielos de España. Santa Olalla también aceptó invitaciones de la Amt Rosemberg para dar conferencias en Alemania.

La primera gran colaboración entre la Comisaría General de Excavaciones y la Ahnenerbe, explica Francisco Gracia, debía ser la intervención en la necrópolis visigoda de Castiltierra (Segovia), para la que el ministro José Luis Arrese cursó en julio de 1941 una invitación especial a Himmler y a Sievers, "para demostrar la camaradería de falangistas y nacionalsocialistas en el terreno científico, y de manera especial en el estudio de nuestros comunes problemas culturales y raciales". Iba a ser la primera gran excavación (arqueológica: fosas se habían cavado ya muchas) patrocinada por Falange y querían contar con las SS. Santa Olalla se mostraba predispuesto a participar luego, en gentil intercambio, con otros miembros de Falange en la excavación de una necrópolis goda en la Ucrania ocupada por el Ejército alemán. Francisco Gracia apunta que el español tenía interés en sumarse al saqueo de los yacimientos prehistóricos ucranios al que estaban entregados los colegas nazis. Es difícil saber si Santa Olalla imaginaba qué ambiente se respiraba realmente por allí, donde la ciencia de las SS y los einsatztgruppen que asesinaban en masa iban de la mano. De hecho, existía el proyecto de enviar un sonderkommando de la Ahnenerbe al Cáucaso para dilucidar la judeidad de grupos étnicos de las montañas, con la finalidad imaginable. Por suerte para el alma de Santa Olalla (y quizá para su cuello), los nazis no tenían mucho interés en que fueran extranjeros por allí, ni siquiera los muy amigos.

En cuanto a la participación de las SS en la excavación de Segovia, había mucho trabajo que hacer en el Este ("Encargos de carácter más urgente en el marco de la guerra total", señala Sievers a Santa Olalla) y Himmler escribió a Arrese agradeciendo la invitación y prometiendo ayuda para cuando terminaran en Rusia "las operaciones militares en curso". El especialista de la Ahnenerbe que debía trabajar en Castiltierra era nada menos que el sturmbannführer Herbert Jankuhn, jefe de arqueología de la organización, responsable del saqueo de los museos del sur de Rusia y enviado al Cáucaso con la SS Panzer Division Viking a buscar el legendario oro de los godos. No obstante, hubo visitas de las SS al yacimiento, entre ellas la del obersturmführer Schäfer, el héroe de la Ahnenerbe en el Tíbet. Tras las excavaciones, además, las piezas principales de los ajuares de Castiltierra, especialmente los bronces, fueron llevadas a Berlín, para que la Ahnenerbe se ocupara de su restauración ante la dificultad de hacerlo en España. Luego costó una barbaridad que las devolviesen. Santa Olalla, entretanto, iba cayendo en desgracia por el distanciamiento de Franco de los alemanes y por su mala relación con el marqués de Lozoya, director general de Bellas Artes, así como con otros arqueólogos españoles. Parece que incluso se utilizaron los rumores de que era homosexual.

Los arqueólogos españoles no parecen haberse involucrado directamente en nada siniestro, aunque Gracia tiene constancia de un misterioso envío en 1943 de Santa Olalla a la sede de la Ahnenerbe de restos óseos humanos, de los que se desconoce su origen, para su estudio antropológico...

Jacinto Antón (Barcelona), Himmler buscó la raza aria en España, El País, 6 de abril de 2008