domingo, 7 de septiembre de 2008

Investigaciones sobre las víctimas de la Guerra Civil en Córdoba

Patricio Hidalgo, que es autor de una extensa base de datos que identifica a 2400 fallecidos en la contienda civil, ha sido el primer estudio que ha accedido a los archivos de la cárcel. Todos los que están en las fosas comunes no fueron fusilados, advierte

¿Hasta dónde se puede llegar en la elaboración de un censo de fusilados?


-Ante todo debo aclarar que yo he elaborado una base de datos con unas 2.400 víctimas de la Guerra Civil que he logrado documentar en Córdoba capital, en la que incluyo los muertos de ambos bandos. Creo que todas las víctimas merecen un reconocimiento por el hecho de haber muerto en aquella contienda fratricida. El argumento de que las víctimas del bando nacional tuvieron cuarenta años para ser honradas no me convence, al menos no en todos los casos, ya que en las fosas comunes de los cementerios cordobeses fueron inhumados bastantes cadáveres de víctimas de los bombardeos aéreos republicanos sobre la ciudad de los que no tengo constancia que hayan sido reconocidos de ninguna manera. Ni todos los que están en las fosas comunes son fusilados ni todos los muertos del bando nacional han sido reconocidos.

-¿Pero cree usted que se puede elaborar con cierto rigor una relación de las víctimas de la contienda fratricida, sean del bando que sean?

-Se puede llegar hasta donde las fuentes documentales lo permitan. Hace unos meses obtuve permiso de la directora general de Instituciones Penitenciarias para acceder al archivo de la antigua prisión provincial de Córdoba, custodiado en el nuevo centro penitenciario. Este archivo está bastante bien conservado y me ha permitido añadir a la base de datos los nombres de 395 fusilados que no estaban identificados ni en los libros del Registro Civil ni en los de los cementerios, si bien estaban cuantificados en estos últimos como «cadáveres desconocidos». El archivo de la prisión ha complementado muy satisfactoriamente las fuentes anteriormente empleadas, que son los libros de defunciones del Registro Civil y los libros necrológicos de los cementerios.

-¿Aparecerán otras fuentes documentales en Córdoba?

-Es difícil de decir, no sabemos lo que queda, pero en cualquier momento puede surgir la sorpresa. Tenga en cuenta que en la prisión han aparecido las órdenes para las sacas de los presos, y las copias de estas órdenes que debieron quedar en la Jefatura de Orden Público o en el Gobierno Civil fueron destruidas en fecha indeterminada pero no posterior a 1976 o 1977. Al parecer, no se tuvo en cuenta que la copia de parte de aquella documentación destruida estaba enterrada en el archivo penitenciario. Entra dentro de lo posible que aparezca documentación adicional en algún lugar insospechado.

-¿Dónde están las fosas comunes de nuestros cementerios?

-El cementerio de la Salud ha sufrido pocas transformaciones y parece ser que la fosa común está bastante bien ubicada, bajo los cuadros de sepulturas de adultos situados al fondo del cementerio. Recientemente ha estado en Córdoba un arqueólogo de la Sociedad Aranzadi, que ha actuado en numerosas excavaciones de fosas en toda España, al objeto de hacer un informe preliminar para estudiar la exhumación de los restos del diputado socialista por Málaga Luis Dorado Luque, fusilado en nuestra ciudad y enterrado en la fosa de la Salud. El nieto de Dorado, Antonio Gutiérrez, ha presentado al juez Garzón una iniciativa particular para ello.

-¿Y en San Rafael?

-Este camposanto ha sufrido bastantes cambios y ampliaciones. En el acta de la sesión de la Comisión Gestora Municipal correspondiente al 19 de julio de 1937 se lee que la fosa común de San Rafael se utilizará con una tongada más de cadáveres y que se abrirá una nueva fosa en la zona de ampliación del cementerio en los terrenos recientemente adquiridos. Creo que el cementerio terminaba en la parte lindante con el colegio público Algafequi. Allí, en el hoy denominado Cuadro Único, se enterraron seis soldados musulmanes en agosto de 1936, y la nota de esta inhumación aclara que en ese lugar estuvo la sala de autopsias. Justo al lado está el recinto Evangélico, reservado entonces para «disidentes», es decir, personas que no podían ser enterradas en sagrado. Esta zona era el fondo del cementerio, la menos visitada, y pienso que por allí debió estar la fosa común, hoy probablemente cubierta por bloques de nichos. Queda por saber si en algún momento se levantaron los restos.

-Aunque ya ha citado las fuentes principales, ¿adónde debe acudir quien quiera saber quién murió en la contienda?

-Hay que basarse en los libros de defunciones del Registro Civil, los libros necrológicos de los cementerios y los expedientes penitenciarios de la época. La información que pueda hallarse en los Tribunales Militares Territoriales supongo que sólo corresponderá a los fusilados por una sentencia del Consejo de Guerra Permanente, que empezó a actuar en Córdoba sobre febrero de 1937. Estos fusilados están inscritos en el Registro Civil por orden de los jueces militares y ya eran conocidos. No creo que haya información sobre los fusilados por Bando de Guerra. Para los casos de víctimas de bombardeos o de aquellas personas que fueron heridas por republicanos en los pueblos los primeros días de la guerra y que fallecieron en centros sanitarios de la ciudad, he intentado buscar, sin éxito, los archivos de la Casa de Socorro. Existe alguna documentación del Hospital de Agudos en el Archivo Histórico de la Diputación Provincial.

-¿Tiene sentido que Garzón sólo haya pedido datos a los ayuntamientos y a la Iglesia?

-En el caso de la Iglesia, no alcanzo a comprender que espera obtener el juez Garzón, a no ser que se haya contagiado de esa corriente que pretende explicar la Guerra Civil y sus consecuencias en base al triángulo casino-cuartel-sacristía. Que pida información a los ayuntamientos sí es lógico, pues además de la información de los cementerios cuentan con los padrones, que pueden informar, más que sobre fusilados, sobre huidos. A propósito de esto, hay que ir con prudencia para no dar por fusiladas a personas que lograron fugarse de Córdoba o que fueron confinadas en otras localidades.

-¿Piensa usted que tiene sentido abrir un juicio a los autores de los crímenes 70 años después?

-Rotundamente, no. Ni siquiera en el caso de que se juzgaran los crímenes de ambos bandos. En mi opinión es hora de dejar trabajar a arqueólogos, forenses e historiadores.

-¿Le parece oportuno avivar este debate sobre la Guerra?

-Creo que siempre es bueno hablar de Historia. Así nadie podrá manipular al pueblo. Pero aquí no se trata de Historia, a veces me parece que la Historia está siendo falsificada a propósito, se omiten datos, se trabaja con cifras que no se sabe bien de donde salen y se admiten sin crítica ni discusión si se ajustan a las premisas de partida. Y en beneficio de determinadas opciones políticas. Este asunto de los censos de Garzón se enmarca, en mi opinión, en la gran maniobra que trata de deslegitimar lo conseguido por los españoles en los últimos 30 años y retrotraernos, como única fuente de legitimidad, a la Segunda República.

-En el caso de Córdoba, una ciudad pequeña donde todo el mundo se conoce, ¿no es particularmente peligroso remover los crímenes de la Guerra?

-Sí, sobre todo si se hace con espíritu de revanchismo y si se tergiversa la información. Los hijos de los vencedores se casaron con los de los vencidos. ¿Qué le van a contar al nieto sobre cada uno de sus abuelos? ¿A qué viene hurgar ahora en la herida?.

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