Los alemanes no eran conscientes de que seguían pagando reparaciones de guerra correspondientes al Tratado de Versalles de 1919 hasta que un diario nacional desvelaba esta semana que el último pago, de 69,9 millones de euros, quedaría definitivamente saldado este domingo, 3 de octubre.
La cantidad había sido aprobada en los Presupuestos Generales de 2010, pero como tantas otras letras pequeñas que no se debaten y a las que no se da publicidad. "No es cierto que no fuera información pública, sencillamente es un asunto que se ha llevado con la debida discreción", justificaba un funcionario del Bundesbank en la televisión. La noticia ha causado sorpresa y poco disimulada insatisfacción.
En las calles, los ciudadanos manifestaban primero su asombro y, acto seguido, la amargura que quedó en el pueblo alemán por una imposición de reparaciones percibidas entonces como injustas y que, a juzgar por las reacciones, ha dejado huella hasta hoy en los corazones alemanes. "Yo aprendí de niño, me lo enseñó mi maestro en la escuela, que el Tratado de Versalles fue una humillación para Alemania, y hemos estado pagando hasta ahora, durante 92 años. Pero eso sí, somos muy amigos de los franceses..." decía con ironía un transportista de Colonia con pocas simpatías por los vecinos galos.![[foto de la noticia] [foto de la noticia]](http://estaticos03.cache.el-mundo.net/elmundo/imagenes/2010/10/01/internacional/1285943039_extras_ladillos_1_0.jpg)
"Es evidente que el Tratado de Versalles fue moralmente traumático para los alemanes, como lo es que las dificultades que aquella inmensa deuda causó a la economía sirvieron después de base para el descontento y la desesperación que llevaron a muchos a votar a Adolf Hitler", reconocer Heldried Spitra, directora del Departamento de Historia de ARD.
'Me niego a que Alemania cargue con toda la culpa'
Pasados 92 años, parece claro que en los alemanes quedó marcado el discurso que el entonces ministro de Exteriores alemán, Brockdorff-Rantzau, lanzó como arma arrojadiza al francés Clemenceau cuando le fue expuesto el contenido de la cláusula 231, en virtud de la cual el Tratado de Versalles identificaba a Alemania como única culpable de la guerra:
"Pudimos sentir el odio cuando entramos en esta sala. Ustedes esperan que aceptemos toda la culpa de la guerra. Si esa afirmación saliera de mi boca sería una mentira. Alemania y el pueblo alemán están firmemente convencidos todavía de que hicieron una guerra defensiva y yo me niego aquí con mayor vehemencia a que Alemania cargue con toda la culpa. Cuando empezaron ustedes a hablar de compensación en pocas palabras les pedí que recordaran que tardaron ustedes seis semanas en entregarnos su armisticio y otros seis meses más después para formular sus términos de paz. Cientos de miles de ciudadanos inocentes alemanes, mujeres y niños que han muerto de hambre desde el 11 de noviembre de 1918 porque continúa el bloqueo, fueron llevados a la muerte deliberadamente después de su victoria y después de tener más que garantizada su seguridad. Les pido que piensen en ellos cuando hablen de conceptos como el de culpabilidad y castigo".
F
rancia ha sido el país aliado más beneficiado por las reparaciones económicas, que, además de la reordenación territorial, incluían la entrega de todos los barcos mercantes de más de 1.400 toneladas de desplazamiento y la cesión anual de 200.000 toneladas de nuevos barcos, además de la entrega anual de 44 millones de toneladas de carbón, 371.000 cabezas de ganado, la mitad de la producción química y farmacéutica, la totalidad de cables submarinos, etc., durante cinco años.
En cuanto a las multas, se exigió el pago inmediato de 132.000 millones de marcos-oro alemanes, cifra que Alemania no podía pagar puesto que doblaba sus reservas internacionales, y que aumentarían posteriormente hasta rondar los 300.000 millones de marcos oro.
Para afrontar los pagos, la República de Weimar se endeudó hasta lo indecible y así fue cómo comenzó la galopante inflación que dio paso al hambre y a la desesperación, una experiencia histórica que explica el rigor con el que Alemania impone hoy en la UE políticas que mantengan la inflación a raya.
Un dólar por 4.200 millones de marcos
"La hiperinflación de 1923 llegó unos extremos insostenibles para el pueblo alemán. Un dólar pasó a tener un valor en aquel año de 4.200 millones de marcos, el litro de leche, una barra de pan o un paquete de tabaco superaban los millones o billones de marcos. Además, los precios cambiaban constantemente a lo largo del día, los días en los que los trabajadores recibían su sueldo tenían que llevárselo a casa en carretilla e ir comprando algo por el camino porque sabían que, al día siguiente, todo aquel dinero no serviría para gran cosa" explica Spitra.
"Por este motivo, millones de alemanes quedaron arruinados y la desesperación se apoderó de ellos llegando en muchos casos al suicidio, mientras Francia presionaba para seguir cobrando y llegó a invadir, en 1923, la cuenca del Ruhr, para garantizar los envíos de carbón".
Alemania, finalmente ahora, consigue cerrar ese doloroso capítulo de su historia, del que parece haber sacado dos lecciones fundamentales: nunca más guerra y nunca más inflación.










EL MUNDO, 2 de octubre de 2010
Una deuda histórica
Responsabilidad económica y moral
En el Tratado de Versalles, firmado el 28 de junio de 1919, Alemania debía reconocer no sólo su derrota en el conflicto, sino admitir su responsabilidad material y moral en solitario. Por ello, estaba obligada a hacer frente a cuantiosas indemnizaciones para resarcir a los países vencedores y a los ciudadanos alemanes que habían invertido en la contienda. De esta manera, Alemania tuvo que hacer concesiones territoriales, ceder todo su imperio colonial (repartido entre los vencedores, principalmente Reino Unido y Francia), además de entregar todo su material bélico e iniciar un proceso de desmilitarización (se suprimió el servicio militar obligatorio y se prohibió fabricar material para la guerra, entre otras medidas) progresivo, pero radical.
Inflación de la economía
Asimismo, y a lo largo de cinco años, también tuvo que deshacerse de buena parte de sus barcos mercantes, cabezas de ganado, carbón, productos industriales, cables submarinos, producción química y farmacéutica, oro y dinero en metálico. El pago de 132.000 millones de marcos alemanes tenía que hacerse en oro; una cifra que excedía con mucho las reservas alemanas y que provocó una hiperinflación que dificultaba enormemente la recuperación económica de la nación germana. Por este motivo, el país tuvo que pedir créditos respaldados fundamentalmente por operadores estadounidenses y magnates como el sueco Ivar Kreuger que, a cambio, recibían ciertas prebendas. Kreuger, por ejemplo, se hizo con el monopolio fosforero.Plan de pago de los intereses
A pesar de la enorme carga de este acuerdo y de resultar perdedora también de la Segunda Guerra Mundial (un hecho que también perjudicó la economía germana), el capital comprometido en Versalles se terminó de satisfacer en 1983. Sin embargo, faltaba por abonar los intereses, para cuyo pago se estableció un periodo adicional de 20 años. Eso sí, estas dos décadas empezarían a contar a partir de la fecha en la que las dos partes en las que estaba dividida entonces Alemania se hubieran unido.
Muchos historiadores avalan la teoría de que esta prórroga se concedió a propósito en un momento en el que la Guerra Fría estaba en su momento álgido, ya que en ese entonces Alemania podía haber hecho frente perfectamente y de un golpe a los 125 millones de euros que se adeudaban. No obstante, la reunificación no parecía un acontecimiento muy probable en aquellos años, de manera que, si no se daba esta condición, la deuda quedaría en el aire. De hecho, los bonos originales se convirtieron en una especie de reliquias que circulaban entre los curiosos y coleccionistas como un documento de interés histórico, pero sin ninguna valía monetaria.
Un giro con la Reunificación
Sin embargo, la caída del Muro de Berlín supuso un giro inesperado de los acontecimientos. La Reunificación, el 3 de octubre de 1990, acabó con la existencia de dos Alemanias y reabrió el plazo para pagar los intereses pendientes, cuya fecha de cancelación se fijó el 3 de octubre de 2010. De esta manera, el domingo Alemania abonará los 75 millones de euros que todavía tiene pendientes. Así, coincidiendo con el vigésimo aniversario de la unión de sus dos mitades, cerrará, 92 años después, uno de los capítulos más traumáticos para la Humanidad del siglo XX: la Primera Guerra Mundial.
En la localidad situada más al Norte de la provincia, a pocos kilómetros de Castilla-La Mancha y prácticamente coronando el mapa de la comunidad andaluza se encuentra el castillo de Miramontes, antigua fortaleza musulmana localizada en el gran otero de la comarca. Así, Santa Eufemia ha sido a través de los siglos una puerta natural de entrada a Los Pedroches. Su carácter fronterizo le ha otorgado igualmente una privilegiada posición estratégica, eternamente vigilada por el castillo de Miramontes, vetusta fortaleza que forma parte del rico patrimonio de Córdoba.
ección a esta importante vía de comunicación. Hoy día, según cuenta el alcalde, se encuentra en ruinas, aislado y sin uso. "Se podría haber contemplado una zona de descanso o un merendero, pero el castillo es propiedad privada y desde hace siglos se desconocen sus propietarios", lamenta Romero.
Estados Unidos Mexicanos es el nombre oficial del país conocido como México. La primera denominación resalta el pacto federal, mientras que la segunda pone énfasis en la nación, origen de la soberanía, según la Constitución. Parece evidente la tensión entre estas proposiciones, en particular porque ambas se encuentran en el mismo documento. Sin embargo, la tensión es antigua y se deja sentir menos, aunque en 1993 se manifestó en una polémica en la prensa entre quienes proponían modificar la denominación oficial por considerar que "México" era el nombre auténtico de la nación y aquellos que defendían las soberanías estatales y argüían que el cambio respondía a intereses comerciales estaounidenses. La polémica no pasó de la prensa.
Los soldados llegaron al frente, llamados a morir bajo las bombas, con cascos de tela y cuero. Hasta un año después de comenzada la Primera Guerra Mundial, una de las experiencias más atroces de la historia universal, según la describiría años después Walter Benjamin, ningún ejército había conocido los cascos de acero. El francés fue el primero en usarlos, en 1915, rápidamente imitado por el británico. Más de ocho millones de europeos no regresaron de las trincheras.
El Congo fue durante 85 años el jardín privado de Bélgica, donde primero el rey Leopoldo II y luego las autoridades de Bruselas explotaron los recursos naturales de un país tan grande como la Unión Europea y convertido en un gigante campo de trabajo forzoso. Un solo hombre osó alzarse contra la injusticia colonial: Patrice Lumumba, cuya lucha por la independencia le costó la vida, el 17 de enero de 1961. El Congo conocerá la democracia más de 40 años después, en 2006.

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El cuaderno de bitácora todavía no era un blog, las noticias tardaban años en imprimirse y algunos más en publicarse la fe de errores, aunque algunas de sus consecuencias fueran ya, como hoy, incorregibles. Existía, eso sí, el plagio. Cristóbal Colón comandó la expedición arribada a América en 1492, pero nada pudo decidir sobre su bautizo. En el primer mapa que años después lo dibujó, el Nuevo Mundo lleva el nombre de un impostor.